El líder "podemita" de Vox y el nuevo alcalde de Nueva York
Esta semana, Abascal ha decidido defenestrar a Ortega Smith como portavoz del grupo parlamentario de Vox en el Congreso. Aunque la prensa afirma que el principal motivo del cambio es la mala relación entre ambos, potenciada por la cercanía de Ortega al purgado Espinosa de los Monteros, me temo que las causas son más profundas y peligrosas. Vox se ha dado cuenta del enorme caladero de votos que representa una clase trabajadora desencantada en gran parte con la izquierda tradicional. Y ha decidido ir a por ella. Ortega Smith, profundamente clasista, ferviente neoliberal, carente de inteligencia, desagradable en las formas y con nula habilidad para ocultar su naturaleza antisocial, es la antítesis de lo que necesita el partido para sus nuevas aspiraciones. De ahí que hayan decidido sustituirle por el "podemita" Carlos Hernández Quero.
Hernández Quero es joven, excelentemente formado, con don de palabra y un diabólico dominio del populismo. En contraposición a los obtusos y deslavazados discursos de Smith, él sabe identificar lo que el obrero quiere oír y sabe cómo decirlo para metérselo en el bolsillo y envenenarle la mente con los mantras xenófobos de la ultraderecha mientras le hace creer que está defendiendo su derecho a la vivienda o a un salario digno. Aquí tenéis un ejemplo:
https://x.com/musketaquid0/status/1986535058291732779
Decenas de tuits de cuentas vinculadas a la derecha y la ultraderecha (la mayoría de ellas desvinculadas de Vox, pues los tuiteros de cabecera del partido como Muymona y cía son parte de la estrategia de propaganda de Hernández Quero) le llaman PODEMITA por este discurso sobre la vivienda, donde pone a parir a Ayuso por dar deducciones fiscales para la compra de pisos a extranjeros millonarios mientras deja tirados a los nacionales. Si escucháis el discurso completo, veréis que también aprovecha para satanizar a los inmigrantes pobres, sosteniendo que el PPSOE está al servicio del extranjero, al que da todas las ayudas y facilidades, mientras deja tirado al nacional, y que su proyecto es robarnos las ciudades para convertirlas en Torres de Babel donde los autóctonos no tengan sitio, donde el viejecito madrileño no pueda tomarse sus calamares ni el albañil ver sus toros en el bar de la esquina porque sólo habrá kebabs y restaurantes de sushi.
Una estratagema goebbeliana ciertamente hábil: para multiplicar el odio hacia el camarero ecuatoriano o el recolector de cítricos argelino, usa a fondos buitre, jeques árabes y millonarios afincados en Miami que compran pisos a mansalva para especular. Porque, como son extranjeros, son todos iguales, independientemente de que unos cuiden a nuestras abuelas y los otros las desahucien.
Hernández Quero era hasta ahora portavoz de vivienda de Vox en el Congreso, y le he escuchado mil veces hablar de la cuestión. Sostiene, sustancialmente, lo mismo que he descrito arriba: la culpa de todo es del inmigrante. Del inmigrante rico que se compra 10 pisos de lujo y del inmigrante pobre que le roba la vivienda de alquiler al español para hacinarse en ella con 20 compatriotas. Cero críticas a las constructoras. Cero peticiones para que se topen los precios de los alquileres. Cero reclamaciones para que se construya más vivienda pública (en un discurso llegó a decir que daba igual construir vivienda pública porque se la iban a quedar los miles de inmigrantes que llegan a España cada año). Cero críticas a la acaparación de la riqueza nacional por las viejas familias de la oligarquía española que controlan banca, latifundios, grandes empresas...y toneladas de odio hacia la diversidad cultural, hacia el resto de religiones, tradiciones y riqueza que han construido el resto de pueblos del mundo y que pueden coexistir en cualquier ciudad de forma positiva para todos, de modo que quien quiera comerse unos calamares pueda seguir haciéndolo a la vez que, cuando le apetezca, pueda degustar sushi o kebab.
Es el eterno discurso del fascismo. Incondicionalmente al servicio del capital, ocultando un programa de bajadas radicales de impuestos a los más ricos, destrucción de derechos laborales y sociales, privatizaciones y desamparo absoluto de la clase trabajadora. Es el programa de Vox que podéis ver aquí https://www.meneame.net/m/Art%C3%ADculos/votante-vox-confiarias-administrador-esta-empresa
Pero, con Hernández Quero, es un discurso bien adornado con falsas reivindicaciones sociales, con falaces apelaciones a la lucha contra los privilegiados (inmigrantes, siempre inmigrantes y jamás nacionales, por muy idiota que resulte para cualquiera con dos dedos de frente llamar privilegiado a un jornalero del campo marroquí) y la defensa de los españoles oprimidos. Enmascara una opresión y un desamparo para el trabajador exponencialmente mayores a los que ya tenemos, pero es formalmente atractivo en la medida que identifica a unas élites responsables de nuestros males y afirma que las combatirá. Cuando el cabreo y la desesperanza son exponencialmente altos, es fácil que la gente se trague cualquier cosa si es formalmente revolucionaria. Que se lo digan a Hitler.
Como digo, el de Hernández Quero es un discurso atractivo para quien se parte el lomo y no puede pagar el alquiler pese a que la izquierda gobierna, al menos formalmente (véase el continuo chantaje de la derecha rancia y antisocial de Junts). Exactamente el discurso con que ganó Trump, apelando a la indignación de los obreros en paro por la crisis industrial de EEUU, con un discurso antisistema que identifica a unas élites malignas (feminismo, islam, inmigrantes...) como causantes de los males del currante medio, pese a que el multimillonario Trump es la cara más despiadada del sistema. Un discurso que la izquierda no puede combatir si no abandona cualquier postulado pijoprogre y recupera la defensa a ultranza de la justicia social como seña de identidad.
Los demócratas de Kamala Harris son el mejor ejemplo de "izquierda" pijoprogre. Dedican casi todo su tiempo a reivindicar que el próximo rector de Harvard sea una mujer o que se coloquen banderas arcoíris en las farolas de Boston. Mientras, sus líderes se gastan decenas de miles de dólares en un traje de diseño, y no quieren oír hablar de sanidad universal, redistribución de la riqueza o viviendas asequibles para las clases populares. Son, en esencia, la misma basura que los republicanos, pero con algo de purpurina por encima. Una purpurina que no engaña a nadie. Porque hay que ser muy estúpido o muy inhumano para considerar prioritario que en los formularios de admisión de Yale se incluya una casilla para el "género no binario" y secundario que los parados de Nueva York puedan pagarse la calefacción este invierno. Todas estas cosas se pueden reivindicar a la vez, no siendo incompatible reclamar los derechos LGTBI o la profundización en las reivindicaciones feministas, con impuestos altos para los ricos y salarios dignos para los trabajadores. Pero dar más importancia a los micromachismos que al SMI es, como digo, repugnante para cualquiera con los pies en la tierra y una mínima conciencia social.
Ahora bien, cuando se reivindica la justicia social en serio, las cosas cambian. El reciente alcalde de Nueva York es un ejemplo. Habla de subir impuestos a los poderosos (neoyorkinos, igual que las verdaderas élites que nos oprimen en España son las clases altas españolas) para dar dignidad y oportunidades al ciudadano medio. Habla de transporte, vivienda, servicios públicos...habla de las condiciones materiales sin las cuales una vida libre y digna es imposible. Y habla de combatir los privilegios de los pocos para darle a la mayoría ese futuro. Un discurso intelectualmente honesto, valiente y rompedor. Un discurso que la mayoría está dispuesta a comprar. Porque cuando te ofrecen pelear por la justicia, la auténtica justicia, no se te ocurre recurrir a sucedáneos financiados por las élites, llenos de mentiras, odio y más privilegios para los ya privilegiados. Vox no tendría nada que hacer contra una izquierda real, igual que Trump está perdido ante un partido demócrata verdaderamente socialista. Pero tienen que llegar pronto, porque Vox está más cerca que nunca de engañar a la mayor parte de las clases populares con resultados fatales para la democracia y los derechos humanos de nacionales y extranjeros.
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